> Vida sana y creativa: julio 2017

miércoles, 19 de julio de 2017

Agua de piña colada al estilo la "Michoacana"

En todo México, es muy habitual encontrar aguas de frutas o incluso de flores (como el Agua de Jamaica) y tomarlas es la manera más refrescante de rebajar los calores del verano.


Ya en Puerto Vallarta, probé esta "Agua de piña colada", precisamente en la heladería "La Michoacana", una cadena mexicana de helados, paletas, sorbetes y licuados que se encuentra en buena parte del país y que es fácil de ubicar en los grandes núcleos turísticos mexicanos.

El otro día, recordé la piña colada mexicana y me llevé la sorpresa de encontrar fácilmente la receta en internet (como siempre, hay variaciones). Así que me hice con todos los ingredientes y aproveché para llevármela y disfrutarla después de una de mis prácticas de ashtanga yoga. Una delicia perfecta para ese momento, fresca, riquísima y alimenticia.

En "La Michoacana" de Puerto Vallarta.

Ésta es la receta.

Ingredientes:

  • 1 litro de zumo de piña exprimido (o una piña natural triturada).
  • 1 litro de agua mineral.
  • 1 lata de leche de coco.
  • Opcional: para endulzar y darle ese "toque" especial: leche condensada al gusto.



Elaboración: 

  1. Mezclar en un recipiente lo suficientemente amplio los ingredientes básicos. 
  2. Probar y añadir la leche condensada, si se desea.
  3. Introducir la mezcla en el congelador alguna hora, de manera que el resultado sea similar a un granizado (en la receta orginal se añade hielo, pero considero mejor granizarla). 
  4. Lo suyo es ir vigilando y removiendo la mezcla, para que quede con una consistencia granizada ideal.


¡Y a disfrutar!

De visita por Málaga Legendaria: La Cueva de Doña Trinidad de Ardales y otras de su municipio

A mediados me marzo, me puse en contacto telefónico con la oficina del Museo de la Historia y Tradiciones de Ardales (952 458 046) e hice la reserva para visitar la cueva un fin de semana, con una lista de espera de más de tres meses (el mejor momento para conseguir plazas sin problema es haciendo la visita en medio de semana). Así que el 2 de julio de 2017 nos dirigimos para el pueblo de Ardales los 9 amigos de nuestro grupo.

La curiosa construcción, que recuerda las pirámides mexicanas, que protege la entrada de la cueva de Ardales.

Justo en la entrada del pueblo está el Museo antes citado y como la salida es desde allí, a las 10:30 de la mañana, aprovechamos para visitar con tranquilidad el curioso museo. A la hora prevista, y ya el grupo completo de 15 personas, nos desplazamos, cada uno en su coche particular, siguiendo al del guía, por una serie de caminos mejor o peor conservados y después de un trayecto de subidas y curvas llegamos a la explanada de la entrada de la cueva, desde donde se dominaban unas vistas espectaculares.


Según la información que se detalla en los folletos informativos del Museo:

"La visita guiada se internará por la escalinata construida durante la época de Doña Trinidad Grund, en el siglo XIX. En este cono de sedimentos, la investigación ha puesto al descubierto ocupaciones humanas relacionadas con el uso de la cueva como refugio, primero de Neandertales y después de Cromañones.

Más al interior, estos últimos humanos exploraron las galerías oscuras de la gran caverna, dejando numerosos testimonios marcados de forma indeleble, se trata del primer arte de los seres humanos y, sin embargo, no ha perdido su capacidad de impacto, su carácter de evocación de la naturaleza, en un legado gráfico que humanizó un espacio natural de tal magnitud que, todavía, hoy día, impresiona a todos los que recorren sus gigantescas salas.

El Arte Prehistórico del Paleolítico contenido en la Cueva de Ardales supera los mil motivos pintados y grabados. Una colección extraordinaria que incluye las escasas manos aerografiadas, las raras figuras humanas, las numerosas representaciones de animales, entre los que destacan los ciervos y ciervas, las cabras montesas, los caballos, incluso los peces y signos.

El interior de la Gran Sala y las Galerías Altas conservan varios osarios que conformaron una necrópolis colectiva desde el Epipaleolítíco hasta el final del Neolítico. Durante el recorrido, el grupo de personas podrán contemplar uno de los enterramientos. El final de la visita guíada nos lleva, de nuevo, cerca de la entrada, en el cono de sedimentos donde se sigue investigando el uso de la Cueva y su entorno durante la Prehistoria."


En las escaleras de acceso a la cueva.
Una vez dentro, y cada uno con la linterna led que facilitan, realizamos la visita, que fue amenísima y muy interesante y se nos hizo muy muy corta, pese a ser de dos horas. Uno de los momentos más emocionantes fue cuando, a la vuelta, y siguiendo las indicaciones del guía, apagamos las linternas y durante un minuto, conocimos lo que es la oscuridad absoluta y el misterio del silencio, sólo roto por el caer de alguna gota de agua cercana. Oportunidad única para una meditación, donde escuchábamos nuestro propio corazón prácticamente. Experiencia inolvidable y sin duda, recomendable.

Y ahora, a continuación, incluyo el capítulo completo dedicado a la Cueva de Doña Trinidad, de Ardales, en la obra de Francisco Peralto "Málaga legendaria".




FRANCISCO PERALTO: CUEVA DE ÁRDALES Y OTRAS DE SU MUNICIPIO

"El hombre se libra de la animalidad
exclusivamente gracias a la mitología."
MICHEL TOURNIER


Cerca de Ardales, nos seduce la impregnación de los paisajes, casas y castillos que hemos presenciado mientras atravesábamos la alta Hoya de Málaga. Ante la majestuosidad que la Historia ha construido a golpes de sangre y muerte, Calíope nos hace permutar la mezcla de intensa desesperación en júbilo y elación. 

Conforme ascendemos hacia la gruta de doña Trinidad un cendal de luz ardiente nos acoge compañera. Para los alucinados en la belleza, todos los portentos poseen peculiaridades propias al margen de sus naturales esplendores. Deben ser efluvios del Universo, aún no teorizados siquiera por los científicos: fuerzas desconocidas, informes y arcanas, pero que actúan con tal virulencia sobre los llamados a sentirlas, que únicamente ellos (nosotros), podemos tratar de explicitarlas desde las tinieblas más profundas de nuestra mente. Es como adentrarse por un sendero rodeado de oscuridad, en pos de una luminosidad que irradia su esplendor fascinante e inasible, llamándonos a una consagración abisal y telúrica. Son fenómenos psíquicos de iniciados que no pueden explicarse
con claridad. Hay que sentirlos. 

Aquello que perciben unidos el corazón y la mente en el hombre electo por lo sobrenatural del Cosmos, jamás podrá ser atisbado por los seres huérfanos de la inmanencia del Espíritu. Si acaso, les llegarán adarmes de eternidad, descritos en lenguajes que sus cerebros son incapaces de descodificar y sus almas incapaces de gozar. 

Al llegar a las inmediaciones de la caverna, nos sorprende en la falda del Cerro de la Calinoria lo que parece ser las escalinatas del templo circular del dios del viento, Quetzalcoatl; la pirámide de Teotihuacán, donde los dioses crearon al astro rey; la pirámide de la Luna, al final del Camino de los Muertos; el templo de las Flores en Morelos o los basamentos del palacio real de Calixtlahuaca.
También nos recuerda esta moderna obra que proteje la gruta de Doña Trinidad Grund, la monumental escalera del templo troglodita de Malinaco; el santuario Tenayuca de la ciudad de las sierpes; el templo El Tajín Grande de los Totonacas; El Mayor, de la necrópolis de Monte Albán; La pirámide de los Mascarones en Uaxactún; Tikal, en el Petén; Piedras Negras; El Adivino de Uxmal, y las grandes escalinatas de las Monjas y las del Castillo de Chichen-Itzá, coronada con el edículo de la Orden del Jaguar. 

El por qué se ha realizado esta imitación del arte Precolombino sobre la entrada de una caverna paleolítica, es algo que repugna nuestro ideal artístico.

Afortunadamente (como pudimos comprobar más tarde), aquí terminan los desatinos.

Logo de la Cueva de Ardales. Fotografía: Museo de Ardales.
La cueva de Doña Trinidad (nombre bajo el que aparece en casi todos los manuales de Prehistoria), viene siendo promocionada a partir de los últimos años, bajo el topónimo de «Ardales», con vistas a facilitar a los visitantes su ubicación en ese prodigioso municipio, plagado de bellezas tanto naturales como artificiales: Bobastro, Los Gaitanes, las presas, además de sus castillos y otras maravillas de las cuales hablaremos en otro libros de esta obra, si Dios nos da la vida y las fuerzas necesarias.

La historia escrita de esta cavidad comienza en los años de 1848-50, cuando el político y escritor don Pascual Madoz, dio a la luz de la imprenta su famoso y nunca bien ponderado «Diccionario geográfico, histórico y estadístico de España», en cuyas páginas dice:

«[...] A poco más de la mitad del camino que media de Ardales a Carratraca, se encuentra a su margen izquierda una montaña aislada de más de 200 varas de circunferencia y unas 50 de elevación, con una cueva o bóveda en su centro de magnificencia extraordinaria, en ella el río subterráneo cristalizando las sales filtradas, ha formado un artesonado de estalactitas tan variadas en sus formas y colores, que ofrece su vista un cuadro tan peregrino como admirable. [...] Esta cueva fue descubierta en 1821 a consecuencia de un temblor de tierra que abrió la estrecha hendidura de su entrada, encontrándose a muy pocas varas de ella los cadáveres de un hombre y un niño perfectamente cristalizados, los cuales pudieron muy bien haberse trasladado, quizá como única muestra de la más sorprendente metamorfosis de la naturaleza, al gabinete de Madrid; pero la ignorancia por una parte y el desorden que dominó el descubrimiento de la gruta por otra inutilizaron un hallazgo tan magnífico y singular.»

Después de don Pascual Madoz, se ocuparon de la cueva don Casiano de Prado, y el señor Puig y Larraz. En el año 1918 el abate Breuil estudió la caverna y descubrió los grabados y pinturas de la sala del Calvario, publicando sus resultados en diversas revistas especializadas. Estos mismos artículos, fueron incluidos en su obra: «Quatre cents siecles d'art parietal». También se ocupó de la cavidad don Simeón Giménez Reyna, citándola brevemente en 1942, y traduciendo posteriormente el estudio del señor Breuil. A partir de la década de 1960, con la creación de los grupos espeleológicos y arqueológicos, aparecen tanto en la prensa, como en revistas, algunos artículos monográficos que culminan en 1992 con la publicación del volumen «Cueva de Ardales: su recuperación y estudio», obra compuesta por un selecto grupo de especialistas, al que seguimos en sus enunciados científicos en nuestra descripción de esta cueva de Doña Trinidad.

Doña Trinidad Grund, fue la persona que tuvo la idea de aprovechar las bellezas de «La Gruta», (nombre bajo el que se conocía la cueva desde su descubrimiento), ofertando a los agüistas del balneario de Carratraca, la posibilidad de un paseo a lomos de caballerías a través de las pintorescas colinas sembradas de almendros, higueras y olivos, para al fin, visitar la caverna bajo la luz de antorchas humeantes; merendar y regresar de nuevo al Balneario.

Como es lógico, antes de organizar las visitas acondicionó el interior, construyendo los necesarios senderos y escaleras. En la sala principal incluyó un ambulatorio para expansión de los visitantes, cosa que se logró, rellenando con grava los huecos de los microgours del suelo. Esta excursión, ofrecida dentro del precio total que los enfermos debían abonar por recibir los tratamientos de las aguas sulfurosas y por los servicios hoteleros, obtuvo tal éxito, que el propio abate Henry Breuil dijo en una de sus publicaciones que la cueva era visitada por miles de personas.

En 1896, coincidiendo con uno de los varios declives que sufrió el Balneario durante su explotación, fallece su impulsora. La visita se deja fuera de programa y los que demandan este periplo turístico, lo realizan contratando de forma particular al antiguo guía.

A principios del siglo XX, la caverna fue visitada por miembros destacados de la Sociedad Excursionista de Málaga, así como de la Sociedad Malagueña de Ciencias. Precisamente uno de estos eminentes malagueños preocupados por nuestro pasado, don Miguel Such (junto con algunos otros integrantes de estas sociedades), fue quien acompañó el 16 de marzo de 1918 al abate Breuil, en su primera visita a esta caverna, ya conocida mundialmente bajo el nombre de Doña Trinidad Grund. 

A partir de aquella fecha (1918) hasta 1985, la despreocupación de los sucesivos responsables políticos y culturales, dejan a la gruta en el más completo de los abandonos: Sirvió durante la Guerra Civil como refugio de los bombardeos aéreos; llegando posteriormente la ineficacia, al extremo siguiente: «Visitamos esta gruta en 1942, encontrándola en total abandono y rota la cancela de hierro que la protegía.» Estas palabras, escritas por don Simeón Giménez Reyna en su «Memoria arqueológica de la provincia de Málaga hasta 1946», es la única alarma que se produce en todas esas decenas de años; mas la cueva continuó desprotegida. En la década de los años setenta se inició de nuevo la exploración científica por parte de diversos grupos y personalidades, culminando esa etapa en el año 1985, cuando el Ayuntamiento de Ardales logró hacerse cargo, tanto de su protección, como del control de las visitas, con vistas a su posterior explotación turística controlada. Para ello, se limpió y reacondicionó de nuevo el interior de la gruta, así como se le dotó de una puerta blindada. La preocupación de aquella corporación municipal presidida por doña María R. Palomino, vio continuado sus esfuerzos por las posteriores, de forma que el estado actual de la cueva, puede considerarse óptimo en sus aspectos de protección científica, y modélico en su explotación turística. 

Siempre recordaremos la visita efectuada a la cueva de Doña Trinidad, con la satisfacción de haber pasado unas horas felices, jamás experimentadas en ocasiones similares. 

A mediados de una semana de junio de 1994, llamamos por teléfono al Ayuntamiento de Ardales para concertar la cita previa (puesto que el número de personas que pueden acceder diariamente está rigurosamente limitado), diciéndonos que podíamos asistir el domingo veintiséis del mismo mes, a las once de la mañana. De esta forma, el día y hora previstos, partíamos desde la plaza de la Casa Consistorial de Ardales, hasta la explanada existente en la entrada de la cueva.

Hemos indicado con anterioridad, la decepción que sufrimos al contemplar la obra de protección efectuada sobre la boca de esta caverna y no vamos a insistir en su inoportuna estética. Antes de bajar una serie de escalones e introducirnos en la cueva a través de la pequeñísima puerta blindada, nos ha provisto el guía, en la cancela de hierro dispuesta en el frontal del edificio exterior, de unas linternas eléctricas, puesto que la cavidad carece de todo tipo de luces, con el objeto de lograr la máxima protección de su microclima.  

Cuando entramos en el antro de los cofrades paleolíticos de los dioses de la Noche y de la Magia, descendemos veinte metros por una escalera construida en los tiempos de doña Trinidad, llegando a la sala de las Estrellas; nombre que se le dio por el brillo de las concreciones que sobresalen por entre lo ahumado de las antiguas antorchas. El centro de esta nave lo ocupa la Gran Columna, impidiéndonos contemplarla en toda su longitud de 41 metros. Al suroeste se puede acceder a la galería del Calvario y al techo de la sala de las Estrellas, ascendiendo hasta llegar al Espolón.  Regresando hacia la entrada, se desemboca en la galería del Saco; lugar donde adheridos por las concreciones a una estalagmita, existen varios trozos de cerámica. En algunos lienzos parietales que incluyen ciertas zonas del techo, se han señalado puntos y signos rojos de secreto significado. 
Ejemplos del arte existente en la cueva. (Foto: Pedro Cantalejo).
En la galería del Calvario o de los Grabados, podemos admirar un rico muestrario tanto de ese arte, así como de las representaciones pictóricas de Doña Trinidad, sumando toda la caverna cincuenta y tres animales y más de cien signos que se distribuyen en: treinta y cinco ciervas del Solutrense, que forman uno de los mejores exponentes de cérvidos de toda Andalucía, estando en relación su estilo con los templos de la Pileta y Nerja. Diez caballos, también del Solutrense en seguimiento de los de la Pileta, Nerja, Victoria e Higuerón. Cuatro cabras, que denotan los estilos solutreo-magdalenienses de las grutas de Nerja, Higuerón y la Pileta. Más dos ciervos y un pez, a los que debemos sumarle por su importancia, una figura ornitocéfala que aparenta reproducir una anátida y que, al igual que ocurre con la de la Pileta, algunos la identifican con los magos de Altamira, Les Combarelles y Hornos de la Peña, que parecen hombres disfrazados de pájaros. Esta representación se repite miles de años después, en la escultura del «Buitre sentado», o dios-pájaro, bird-gog, de Chiapas, tanto por su enorme similitud, como también (en ambos casos), por ser representaciones excéntricas y fuera de contexto; exóticas en una palabra, tanto para nuestras dos cavernas, como para aquella cultura mexicana. 
Según otras representaciones parietales de Nerja, en Doña Trinidad, la mayoría de las figuras de cuadrúpedos aparecen en sentido vertical.

Resumiendo, tenemos que «El estilo [de estas figuras], estaría definido por Leroi-Gourhan en su etapa dentro de la denominada "línea figurativa esquemática" y coincidiría con los estudios realizados por Jordá sobre el arte andaluz [...], en los cuales incluye a Ardales dentro de la etapa Solutreo-Magdaleniense.»

En cuanto a los signos (que acompañan y/o rodean a las figuras), aparecen triángulos, retículas, serpentiformes y haces de líneas que «configuran grupos concéntricos, en un esquema envolvente; así el motivo central de todo este sector constituido por el pisciforme grabado sobre un gran bloque, aparece rodeado por los équidos, alguna cierva, un ciervo y una cabra, todos ellos realizados sobre los numerosos bloques o sobre sus caras laterales, con el empleo exclusivo de la técnica del grabado. En las paredes izquierda, derecha y fondo de la galería predominan las ciervas, siendo animales complementarios algunas cabras y ciervos». 

Los grabados se han combinado participando en la acción de conjunto, pareciéndonos inaudito hallar esta definición técnica, así como la estética que revela la originalidad del autor: su personalismo. En realidad el Pez de Doña Trinidad, representa el pináculo del arte glíptico prehistórico, igual por su técnica que por su suprema perfección de líneas, respondido por el pez grabado de la gruta del Pindal que presenta tres manchas rojas inscritas en la panza. 

Aquí fue donde Breuil registró las dos figuras de cabras en amarillo, más otra en rojo, que en el Camarín (formado tectónicamente por el contacto de dolomías-pelitas), demuestran la indudable maestría de sus ejecutores. Además, en los bloques del centro de este sector del fondo de la caverna, Breuil detectó toda una serie de famosos grabados que después han sido reproducidos en multitud de publicaciones.

Según nuestro criterio, la figura más importante de todas las de este gran santuario, es la del pez, grabado sobre una de las rocas desprendidas del techo de esta zona superior de la gruta. Este pisciforme, no sólo hermana esta gruta con las de Nerja, Pileta e Higuerón, sino que añade el enigma de ser de entre todas ellas, la que está más alejada del líquido elemento, por lo que debemos suponer que las reglas de culto que imponía aquella cofradía de pescadores a sus penitentes, debían ser férreas y severas. Y aunque probablemente nunca podremos averiguar el servicio para el que fueron creados estos grabados y pinturas de peces (su contenido religioso e ideológico), para la idea que nos mueve, quizá pueda bastarnos con su contemplación, entendida como producto de belleza, al constituir todo un ejemplo de arte, inconsciente y natural, el cual gracias a parecernos menos morboso, lo sitúa a la misma altura de otras manifestaciones artísticas más preciosistas.

Casualmente fue con las representaciones de peces, con las que Breuil demostró la degradación y/o estilización de la pintura al final del Magdaleniense. Asociados en otras cavernas al reno, añadiendo el señor Pijoán que: «los peces degeneran hasta quedar sólo formas elípticas y parabólicas, que son sus vientres y colas. Con estos elementos de líneas casi regulares juegan los artistas, acoplándolos o separándolos o haciéndoles resbalar a lo largo de un eje. Así se producen unos frisos grabados con elipses y parábolas que nadie, sin estar avisado, descubriría que en su origen fueron formas de peces».

Contemplando esta figura de pez en la penumbra artificial que nos aportan las linternas eléctricas, regresa nuestra antigua nostalgia por la tragedia. Pensamos en la pérdida irreparable que supone la imposibilidad de conocer las generaciones que habitaron, sintieron y crearon en estas oscuridades primordiales del planeta. Deploramos que su manera de pensar, las creencias que les nacieron en lo más hondo de sus almas y les impulsó a producir estas maravillas artísticas sobre la dura piedra, desaparecieran para siempre y que sólo a través de ellas, podamos tender un puente espiritual de una a otra orilla de la existencia. Es notable la pintura situada en el panel principal del sector derecho del fondo de esta galería del Calvario: la pequeña cierva en color marrón (que originalmente pudo ser roja), nos recuerda algo así como un dibujo de anatomía patológica, puesto que en su interior se han descrito lo que parecen ser costillas, corazón y algunos otros órganos internos; nos entusiasma su contemplación, admirándonos de nuevo aquella capacidad que demostró don Henry Breuil, al descubrir estas (y otras), pinturas escondidas en lugares tan inaccesibles y ocultos; pues si en la actualidad es penoso acceder a ellas, disponiendo de modernos escalones y de las indicaciones del guía, ¿qué no sería en el año dieciocho, cuando aquella parte de la gruta estaba prácticamente inexplorada?

Después de la galería de la Alcayata, se puede entrar en la sala del Lago; en ésta (gracias a que no se ha permitido que los visitantes arrojen monedas a su receptáculo), se conserva el agua tan límpida como debieron estarlo las fuentes del Paraíso. En el zaguán de esta pieza se aprecia una hilera de puntos rojos paralelos a una formación calcárea; en su interior y protegida por el agua, se repitieron varias decenas de puntos similares a los descritos anteriormente. 

Si el año ha sido escaso de aguas, desde esta espléndida sala del Lago, podemos acceder a la galería del Arquero, en uno de cuyos camarines, se encuentra esta representación gráfica. Antes se admiran dos barras paralelas horizontales, encontrándose dentro del pequeño saloncito, tres líneas verticales, más otro grupo formado por cinco trazos (también paralelos), al igual que sucede en la cueva del Toro de Benalmádena (donde existen tres rayas), quizá representando una clave de barras informática o datación no descifrada hasta el momento. 

Por culpa del deterioro sufrido por las pinturas a lo largo de los milenios, la figura del arquero no ha sido apreciada de la misma forma por aquellos que han tenido la oportunidad de estudiarla, pues a simple vista lo que muchos captan es una simple mancha desvaída. 

Ganada la Cornisa Final, llega el momento de describir las Galerías Altas. En este cúmulo de oquedades, sus exploradores han distribuido el espacio descubierto en: antesala y sala de la olla, debido a la cerámica aparecida en superficie. Galería de los Huesos, por la gran cantidad de restos humanos que se hallan en su pared siniestra, dándose la circunstancia de que este lugar fue una de la entradas prehistóricas de la cueva. 

Sala del Redil, a la que se arriba después de atravesar una gatera donde también se encontraron restos humanos y cerámicos, y donde se expresan varias representaciones solutrenses, dentro de una hornacina protegida por un murete de piedras. 

El Pozo, con impregnaciones de manos, al parecer de barro, señalando los lugares por donde el hombre de la Edad de Piedra, subía y bajaba a las galerías Blancas, sitio en el que también se descubrieron las señales de aquellos hombres, dejadas en el bellísimo y virginal entorno geológico. 

Estas galerías fueron descubiertas en 1981 por los señores J. A. Molina y A. Vela, topógrafos pertenecientes a la Sociedad Excursionista de Málaga.

Se duda que el hombre paleolítico pasara de estas galerías a las secundarias, estimándose que entraban a cada una de sus partes, por distintas bocas exteriores. ¶ De los restos humanos estudiados hasta el momento, destaca un cráneo (CA.CR 1), «al que le faltan diversas porciones del neurocráneo y la mayor parte del placnocráneo. Del hueso frontal se conserva un fragmento que inicia la curvatura de la frente. Los parietales incompletos conforman bien delimitada la bóveda craneal; el derecho, prácticamente intacto salvo en pequeñas zonas temporofrontales, se articula con el parietal izquierdo, que ha perdido la mayor parte de la región temporal. El hueso occipital está roto en la zona basal. Los dos temporales aparecen fragmentados, carecen de peñasco, y el izquierdo de apófisis mastoides. El maxilar mantiene en posición algunos dientes, conserva el hueso molar derecho, aunque ha perdido completamente las porciones homólogas. La mandíbula, con algunos dientes en posición, está fragmentada en la mitad del ramo ascendente derecho. En conjunto los huesos están en buen estado de conservación, no manifiestan pérdida de sustancia, y su constitución es más grácil que. robusta. Pertenecen a un individuo adulto joven, probablemente de sexo masculino [...]. Presenta las suturas craneales sin obliteración, y por la erupción de los dientes (M3 aunque perdido estaba presente), debió morir entre los 25 y los 35 años aproximadamente».

Imagen de alguno de los investigadores que han pasado por la Cueva de Ardales y la curiosa puerta de entrada que tenía en los años 90. (Foto: Pedro Cantalejo).
Durante la campaña de limpieza realizada en 1985, fueron apareciendo en superficie, muestras de industria lítica, hueso y cerámica. Como quiera que aún no se ha dispuesto un programa de estudios de los estratos de este algar, los materiales de los cuales disponemos son escasos, pero suficientes, para poder aventurar la hipótesis de que, al igual que en las demás cavidades malagueñas, esta oquedad (cuyo yacimiento más importante se presume encontrar en el subsuelo de la sala del Saco), aportará en sus respectivos niveles, idénticos estilos culturales a ellas. 

Hoy día no es correcto excavar en vertical, en pos de lograr una catalogación apresurada de los estratos. Desde don André Leroi-Gourhan, es fundamental ir viendo, fotografiando y, después desmontando, con cuidado exquisito, cada milímetro de la superficie del estrato. Podemos deducir pues, el tiempo que se necesita para catalogar según este método de trabajo, yacimientos cuya potencia sea de varios metros. 

De todos los hallazgos (clasificados en el Neolítico medio y final), destacamos por su importancia épica: una piedra de rayo, de forma rectangular alargada y buen pulimento. 
De entre la cerámica, nos detenemos en un «pequeño cuenco de casquete semiesférico y de labio plano, el diámetro de su boca es de unos 12 cms. En el interior y fondo del vaso se han realizado dos series de puntillados que se cruzan formando un aspa. En las paredes se aprecia un buen trata- miento (bruñido); siendo el color de éstas, gris oscuro. La anchura de ellas es de unos 12 mm.»8

Y como esta cavidad no podía ser menos que otras ocupadas durante el Neolítico, también nos ha ofrecido un ídolo oculado en falange, el cual ofrece, junto a las dos incisiones clásicas, una buena labor de alisamiento de sus laterales. 

Podemos suponer que estos ídolos oculados en falange, debieron ser la insignia piadosa de un chamán, el elemento identificador de los cofrades de algún rito del Neolítico o el del colegio de augures. Éstos se utilizarían además para efectos apotropaicos o profilácticos, esquivando el ma- leficio; pudiendo tener, como cada clase de piedra preciosa, una particular propiedad curativa, tal y como Ferrer de Blanes, amigo del Almirante don Cristóbal. Colón, describió o el mismo Felipe II supersticiosamente creía, al llevar siempre colgado del cuello un pendiente de jade, en la seguridad de que le evitaría sufrir del mal de hígado y de riñones. 

Otra posible utilidad de estos macabros fetiches pudo ser la posibilidad de que su poseedor se revistiera de las dotes físicas del cadáver (persona o animal), del cual procediese el icono, o que mientras se conservase el mismo, el cuerpo y el espíritu del cual procedía, existiese bajo algún ignoto género de vida de ultratumba. Tampoco es aventurado pensar que estos idolillos, pudieron emplearse a modo de dados adivinatorios y/o como medios para hablar con los dioses o difuntos. «Cada nación o gente tiene una especial manera de adivinar el futuro: los chinos, con las rendijas que se forman al calentar una concha de tortuga; los babilonios, con las manchas de aceite en agua; los etruscos, con la forma del hígado de víctimas; los teutones, con el vuelo de pájaros; los mayas, con la posición de los granos del maíz; los árabes, lanzando dardos al caer; los europeos modernos, con tiradas de cartas... Los toltecas, con atlético deporte de pelota.»

Cercana a la actual entrada de la cueva de Ardales, se encuentra el abrigo de la CALINORIA o del CHAPARRO, cuyo yacimiento mostró algunos restos humanos, además de una plaquita grabada". 

En El Capellán, (margen occidental de la sierra de Alcaparaín), destaca de entre todo el extenso cavernamiento estudiado, la gruta del ÁNFORA, descubierta por espeleólogos del propio Ardales, durante la década de los años ochenta. Su yacimiento, muy deteriorado, aportó un vaso globular completo, junto con trozos de diferentes vasijas. 

Por el Grupo de Exploraciones Subterráneas de la Sociedad Excursionista de Málaga, se llevó a cabo en 1981, el descubrimiento del llamado ABRIGO DEL GAITANEJO, sito en el farallón derecho del Chorro de los Gaitanes. «Morfológicamente se trata de un abrigo o bauma de cañón (meandro colgado) relacionada su génesis por la acción de las aguas del río Guadalhorce al discurrir por el Desfiladero, cuando el talweg de éste se encontraba a esa cota (queda atestiguado por la existencia de arenas finas con estratificación cruzada y cementada en el fondo del abrigo). Estos abrigos se van quedando progresivamente colgados con el descenso del talweg del río que los formó.»

Los materiales encontrados consistieron en diversos útiles de sílex, trozos de cacharros y un fragmento de pulsera caliza, clasificados dentro del horizonte del Neolítico Final.
Las aguas horadaron la cueva de Doña Trinidad, dentro de una gran masa de minerales triásicos carbonatados de la denominada Unidad Bonella-Capellán. «Si bien la cavidad se abre propiamente en esos materiales, en algún punto ha llegado a disolver totalmente el paquete carbonático, llegando a encontrarse con materiales metapelíticos Alpujárrides, insolubles; la cavidad ha evolucionado entonces por la vía mecánica, dando salas abiertas en metapelitas por desprendimientos de las mismas («El Camarín»). Este fenómeno se ha desarrollado a favor de zonas muy tectonizadas (caos de bloques antiguos del «Calvario», producido a favor de una importante fractura), geomecánicamente débiles». La Unidad Bonella-Capellán consta de un conjunto perteneciente al Triásico, presentando mármoles blancos y azules; piritas y limonitas-goethitas, pertenecientes, según el señor Bougois, al Retiense.
El segundo grupo de minerales son del período Jurásico y está compuesto de calizas con sílex, en contacto inferior y gradual con filitas retienses. En cuanto a la antigüedad de la caverna, el estudio pormenorizado de sus espeleotemas, ha permitido conocer su evolución cuaternaria desde el Pleistoceno medio y superior, hasta la actualidad'', arrojando 120.000 años de espacio temporal.

El pantano del Chorro, en el precioso entorno de la Cueva de Ardales. (Foto: Jose Gelices)

Datos de Interés:
Web oficial de la cueva de Ardales: http://www.cuevadeardales.com/indicees.htm

Para almorzar: Restaurante La Ermita. En el camino hacia las ruinas de Bobastro, MA-444, a mano izquierda, se encuentra este sencillo restaurante, que ofrece comidas típicas de la zona a precios aceptables. Similar a una de nuestras ventas de los Montes de Málaga. Más info en una próxima entrada del blog.

Sobre el libro:
Título: Málaga legendaria. 2-2 edad de piedra. 
Autor: Francisco Peralto.
Editorial: Corona del Sur.
ISBN: 84-920135-4-0.
Fecha edición: 1995.
PVP: 6 €