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Poema visual de Henning Mittendorf, homenaje a Gutenberg. |
Se acompaña y enriquece la edición, con poemas visuales de Clemente Padín, Heming Mittendorf, Antonio Cares, Pascal Lenoir, Manuel Sainz Serrano, Emilio Morandi y Joël Thepault, que formaron parte de la antología "Homenaje a Gutenberg, o sea, catálogo de la exposición de poesía visual celebrada durante todo el año 2002 en la imprenta de editorial Corona del Sur".
Con la ayuda del Altísimo, ante cuya voluntad las lenguas de los infantes se hacen elocuentes y que a menudo revela a los más bajos lo que mantiene oculto a
los más sabios, este noble libro Catholicon ha sido impreso y terminado sin ayuda de cálamo, estilete ni pluma sino por el admirable concierto, proporción y armonía de punzones y tipos, en el año 1460 de la Encarnación del Señor, en la noble ciudad de Mainz de la renombrada nación alemana, a la que la gracia de Dios se ha dignado preferir y distinguir por encima de todas las demás naciones de la tierra con tal alto genio y liberales dones. Por ende, toda alabanza y gloria deben seros ofrecidas, Santo Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios en tres personas; y tú Catholicon, hazte eco de la gloria de la Iglesia y no ceses jamás de alabar a la Santa Virgen. Gracias sean dadas a Dios.
Solo una obra importante cabe atribuir sin duda al taller de Gutenberg: la Biblia de 42 líneas, que fue compuesta desde 1452 y publicada antes de agosto de 1456. Por otra parte, no cabe duda de que Peter Schöffer superó a Gutenberg tanto como tipógrafo como en calidad de impresor; la calidad de sus obras le exculpa un tanto de los métodos equívocos con que quiso cosechar donde no había sembrado.
Quizá lo que más derecho a la fama otorga a Gutenberg es el hecho de que, tras la primera etapa experimental de la cual nada sabemos, alcanzó un grado de eficiencia técnica que materialmente, no fue superada hasta principios del siglo XIX. Durante más de tres siglos, en principio, el punch-cutting, el matrizado, el moldeado de tipos, la composición y la impresión siguieron en el mismo estado que en tiempos de Gutenberg. Algunos adelantos técnicos de la prensa, obra de Leonardo de Vinci, se quedaron en el estadio de la mesa de dibujo y jamás fueron puestos en práctica. El único adelanto de cierta importancia fue realizado, cerca de 1620, por el holandés Willen Janszoon Blaeu, quien amplió la eficacia y el área de impresión de la prensa de rosca y palanca; pero ningún oficial de los talleres de Gutenberg o de Schöffer hubiese encontrado la menor dificultad en hacer funcionar la prensa de Blaeu, que, además, nunca llegó a ser muy conocida. Hasta fines del siglo XVIII la prensa original de Gutenberg seguía siendo considerada como la prensa «corriente».
Para nueve de cada diez lectores, la frase «Gutenberg inventó la imprenta» es una forma abreviada de «Gutenberg inventó la impresión de libros». La inevitable asociación del nombre de Gutenberg con la Biblia de 42 líneas tiende a robustecer este error. Porque no es la producción mecánica de libros —o al menos, no en primer lugar— lo que ha hecho del invento de Gutenberg un hecho trascendental en la historia de la civilización.
Antes de Gutenberg ya se imprimieron libros, y no hay razón alguna para que la impresión a base de bloques de madera, planchas de metal grabadas, dibujos o fotografías sobre piedra y otros procedimientos no pudiera seguir practicándose y mejorando progresivamente, como se ha hecho en realidad. Los libros «impresos» por William Blake, y actualmente, la impresión a base de películas, acuden inmediatamente a la mente como ejemplos de impresión sin tipos móviles. Lo que hizo época en el procedimiento de Gutenberg fue la posibilidad de revisar, volver a revisar y corregir un texto que era (al menos en teoría) idéntico en cada ejemplar: en otras palabras, la edición uniforme precedida por la lectura crítica de las pruebas. La identidad de todos los ejemplares de cada edición se extiende hasta a los errores de impresión que, a su vez, pueden compensarse por medio de idénticas «fe de erratas».
Más aún, no fue la producción de libros lo que resultó revolucionado por el uso de tipos móviles o su aplicación a la edición hecha a máquina. De hecho, los libros impresos, al principio, apenas podían distinguirse de los manuscritos, y la portada o página del título es virtualmente el único rasgo que los impresores han agregado al producto del amanuense, característica que los amanuenses, tarde o temprano, hubiesen acabado por adoptar también, como en el caso de Vespasiano da Bisticci. Fue en dos esferas sumamente diferentes donde Gutenberg cambió el aspecto de la materia de lectura en su más amplio sentido. Cuando él y Fust hicieron preceder y simultanearon con la gran aventura de la impresión de libros, la publicación de indulgencias, calendarios y panfletos sobre temas efímeros, los proto-tipógrafos crearon lo que debía llegar a conocerse como job-printing. Con ello, sentaron los cimientos de la moderna publicidad impresa, que se basa en la producción masiva de material idéntico y en la libre combinación de tipos, en una casi infinita variedad de composición, que son precisamente las características del invento de Gutenberg. Al mismo tiempo, al hacer factible el lanzamiento al mercado de gran número de ejemplares idénticos en un tiempo dado, Gutenberg prefiguró la posibilidad de que en el futuro se aumentara el número de ejemplares y se redujera el tiempo necesario para su impresión. Una vez establecido el principio, era solamente cuestión de progreso técnico la posibilidad de pasar de diez mil indulgencias idénticas impresas en un mes, a un millón de diarios iguales en unas pocas horas. Así pues, cabe también proclamar a Gutenberg progenitor de la prensa periódica.
Un nuevo aspecto de la cuestión: si es fácil, ciertamente, decir que «Gutenberg inventó la imprenta», requiere un largo tratado decir qué es lo que constituye exactamente el invento de Gutenberg. Desde los Mechanick Exercises de Moxon, es decir, desde hace 250 años, las alusiones literarias al «misterio» son vagas o ambiguas, y los grabados o dibujos que representan a impresores trabajando, raras veces son fieles en cuanto a los detalles técnicos las únicas fuentes tangibles, por tanto, son los productos salidos de la prensa de Gutenberg, de los cuales cabe inferir el proceso por el que fueron realizados.
Con el fin de extirpar algunos malentendidos populares, quizá sea conveniente empezar por una serie de proposiciones negativas.
Gutenberg no fue el primero en comprender la necesidad y las posibilidades de una producción de literatura en gran escala. Al contrario, su invento fue acelerado en gran parte por el hecho de que la multiplicación de textos no sólo era una necesidad general sino que, a mediados del siglo XV, se había revelado como un negocio lucrativo. Los amanuenses profesionales abastecían no sólo al rico coleccionista de manuscritos clásicos, sino también al pobre estudiante que necesitaba sus manuales de teología o de leyes. El librero florentino Vespasiano da Bisticci llegó a tener empleados a cincuenta copistas; en las ciudades universitarias, la más importante de las cuales era París, los copistas de textos científicos eran lo bastante numerosos como para organizarse en gremios. La congregación religiosa de los Hermanos de la Vida Común en Deventer se especializaron en la copia de libros filosóficos y teológicos, para los cuales abrieron un mercado en todo el norte de Europa. Diebold Lauber dirigió una verdadera «fábrica de libros» en la ciudad alsaciana de Hagenau; como cualquier otro editor, producía libros para el mercado abierto; la especialidad de Lauber era la «lectura ligera» las ilustraciones, producidas también en serie, añadían atractivo popular a sus productos.
Tampoco la impresión a partir de un relieve negativo era un invento nuevo. Los chinos la habían practicado desde hacía unos mil años (la fecha legendaria de su descubrimiento es el año 594 a. J.C.), y su método de imprimir a base de bloques de madera se había extendido a lo largo de las rutas de las caravanas hacia Occidente, donde los bloques de imprimir y los libros así impresos eran bien conocidos en los tiempos de Gutenberg.
También de China procedía el invento del papel, que se reveló como la superficie ideal para la impresión. Cierto que el pergamino se utilizó y se utiliza todavía en impresiones de lujo; pero el papel tenía, y tiene, la ventaja por encima del pergamino, de que puede conseguirse en cantidades virtualmente ilimitadas, permitiendo así la producción masiva que caracteriza a la imprenta.
También Gutenberg siguió a otros cuando sustituyó la madera por el metal, y el bloque por la letra individual. En este aspecto se abstuvo a la tradición de su oficio de orfebre, porque los orfebres y artesanos similares siempre habían grabado sellos en metal para sus marcas o para las letras de las inscripciones que figuraban en copas, campanas y otros objetos de metal.
Gutenberg encontró también a mano un instrumento adecuado para comprimir y aplanar una sustancia húmeda y plegable (como el papel de imprimir), o sea la prensa para vino que los romanos habían introducido en su país natal, las tierras del Rin, mil años atrás. El logro de Gutenberg, pues, radica ante todo en la síntesis científica de todas estas corrientes e intentos. Satisfizo la demanda que había en su época de lecturas más numerosas y más baratas al sustituir la mano de obra por la maquinaria. Basándose en la experiencia técnica del amanuense, del grabador en madera y del metalista, produjo tipos móviles que podían combinarse a voluntad. Aquí llegamos al fin al punto en que podemos hablar de, al menos, dos genuinos «inventos» de Gutenberg. Era preciso contar con gran número de tipos, aunque sólo se tratara de componer una hoja; y para la composición de un libro se precisaban millares de ellos. ¿Cómo podían multiplicarse partiendo del modelo único producido por el dibujante de letras y el cincelador? Gutenberg solucionó esta dificultad aplicando el principio del moldeado de copias. Una sola letra, grabada en relieve e incrustada o hundida en una plancha de latón proporcionaría la matriz de aquella letra al revés; y a partir de aquella matriz podían obtenerse innúmeras replicas de aquella misma letra, rellenándola con plomo fundido. Las letras-réplica, es decir, los tipos, debían moldearse con un vástago lo suficientemente largo para poder cogerlas firmemente entre el índice y el pulgar al colocarlas juntas para formar palabras y lineas. Cualquiera que fuese la letra que se moldeaba, el vástago o «cuerpo» debía tener precisamente la misma longitud, de manera que las líneas y columnas de tipo, recostadas en la platina de la prensa, ofrecieran una superficie de impresión uniformemente plana. No se sabe de cierto hasta qué punto desarrolló el propio Gutenberg el principio del molde de tipos, el instrumento cuyas dos partes ajustables dejan un orificio aproximadamente de una pulgada de profundidad, cerrado en un extremo por la matriz cincelada, y abierto en el otro para dejar verter el metal fundido, y ajustable a la anchura específica de todas las letras, desde la ancha W hasta la estrecha I. La tradición atribuye su invento a Schöffer. Pero Gutenberg, antes de llegar a Mainz y unirse a Fust y Schöffer, debió de haber encontrado algún método práctico para moldear, a partir de las matrices, cantidades ilimitadas de tipos de metal que se pudieran combinar en alineamiento óptico para crear una superficie de impresión convenientemente plana. Al hacerlo así, no sólo estableció el más importante principio de la imprenta, sino que introdujo en Europa, más de tres siglos antes de que fuese adoptada generalmente por la industria, la «teoría de las partes intercambiables» que es la base de toda la moderna técnica de la fabricación en masa.
El segundo invento de Gutenberg, sin el cual la imprenta, tal como hoy la comprendemos, hubiera sido imposible, fue la preparación de una tinta que se adhiriera a los tipos de metal, y que, por tanto, debía tener propiedades químicas muy diferentes de las de la tinta con que se imprimía a base de bloques de madera.
No es posible reconstruir con certeza los detalles por medio de los cuales la prensa de vino renana fue transformada en prensa de imprimir. La primera descripción detallada del arte de la imprenta, que Koelhoff incorporó a su Crónica de Colonia (1499), presta muy escasa atención a los detalles técnicos. El dibujo de Durero, de 1511, una de las primeras representaciones gráficas de la prensa de imprimir, no es considerado por los expertos como muy cuidadosa; probablemente fue dibujada de memoria después de una visita al taller de su padrino Anton Koberger. De todas maneras, una descripción de la primitiva prensa de imprimir sería poco interesante para el lego en la materia. Porque en tanto que los productos de las viejas prensas son todavía objetos de placer e instrucción, la prensa de madera, de rosca y palanca, se ha convertido en una pieza de museo. Baste decir que el tipo de prensa de Gutenberg siguió en uso sin ninguna mejora radical durante más de tres siglos. A los ojos modernos acostumbrados a la vista de las máquinas de imprimir automáticas, parece un instrumento lento y engorroso. Hacerla funcionar requería mucha fuerza muscular; el arte de imprimir con ella resultaba fatigoso; el área de la forma era muy pequeña y ello exigía repetidos reajustes de las hojas. Pero bastaba para su tiempo, y para el entonces limitado sector de público que sabía leer sus productos.
Sin embargo, a medida que esos mismos productos aumentaban continuamente el número de personas que sabían leer, la vieja prensa llegó a mostrarse incapaz de corresponder a la demanda que ella misma había creado. Así, pues, puede decirse que la propia prensa fue el principal agente de su arrinconamiento."