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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Seis días de ashtanga: Con Sharath Jois en Bali - I

Altar de la sala de ashtanga durante el workshop Sharath Jois in Bali
El altar de la sala durante el workshop: Parampara... Pattabhi Jois y su nieto Sharath.
Justo hoy, martes 27 de septiembre, hace una semana que regresé de mi viaje de 12 días a Bali. 
El motivo o la excusa perfecta fue el taller de ashtanga que durante 6 de esos días se ha venido desarrollando en Ubud por parte de Sharath Jois, el heredero directo de la tradición y enseñanzas de ashtanga yoga. El lugar era una preciosa sala rodeada de arrozales, árboles de frangipani en flor y todo tipo de fauna exótica (yoguis incluidos, jajaja).

Jackfruit, frangipani, cocos y ashtanguis en el workshop "Sharath Jois en Bali"
Frutos exóticos (Jackfruit), flores de frangipani, cocoteros, cocos y ashtanguis.




El aterrizaje a la vuelta... ¿cómo lo diría yo? ha sido forzoso, desde luego. Porque nadie en su sano juicio quiere venirse voluntariamente de aquel paraíso perfecto con circunstancias perfectas y porque, una vez aquí, te encuentras todo igual, igual, a como lo dejaste. Es la cruda realidad.

Pero, ajustándome ahora a esos días de yoga, tengo que estar muy agradecida a las circunstancias, a mi hermano que me ha acompañado y compartido todo en estos días, y a mí misma, de haber disfrutado esta experiencia definitivamente bonita.

Estar con Sharath en Mysore lo veo difícil, casi imposible para mí. No tengo aún el nivel requerido, no sé si lo tendré ni realmente aspiro a ello, y aunque lo tuviera, poder ir a sus clases en Mysore es como jugar a la lotería y que te toque. No sólo tienes que tener el nivel de práctica, el tiempo, la economía, la disponibilidad familiar para estar mínimo un mes fuera... sino que encima, es muy-muy complicado que acepten precisamente tu solicitud, de entre las miles que llegan al KPJAYI en temporada de inscripción. Probablemente iré un día a Mysore, eso ya no lo dudo tanto, y si puedo, con Saraswathi, su madre. Pero con Sharath... sinceramente, o aprovechaba una oportunidad como ésta... o tendría muy complicado conocerlo algún día.
Sharath Jois en Bali. Firmando sus fotos. Workshop ashtanga Bali.
Sharath Jois firmándome las fotos y el ejemplar de "Yoga mala" de su abuelo, que me llevé.
Ésta y que Bali y Java siempre han entrado en mi lista de lugares a visitar, fue la principal razón de embarcarme y hacer que en mayo enviara mis datos a Tarik Thami para ver si aún había plazas libres para mi hermano y para mí. Y aunque casi de milagro, las hubo.

Con mi  hermano Rafa, en los templos de Prambanan (Jogjakarta)
La mañana del martes 13 de septiembre, comenzó para nosotros muy temprano, a las 5 de la madrugada..., porque a las 6 teníamos nuestro turno elegido de clase. Llovía torrencialmente y casi sin luz, con chubasquero  y mojándonos bastante, atravesamos los arrozales por el sendero marcado para la sala. Allí enseñamos el ticket correspondiente y nos adaptamos al que casi siempre fue nuestro sitio en la sala, pegados a la baranda de madera del fondo y literalmente, en la última fila de los practicantes.


Cinco minutos antes de la hora, apareció Sharath, sin casi darnos cuenta. Vestido con camiseta de algodón gris y pantalón corto, se colocó el micro, y después de unas breves palabras de Tarik y unos reajustes y "apretamientos" de espacio para que entraran más y más ashtanguis (unos 130 por turno), nos preparamos para nuestra primera clase guiada por Sharath Jois en persona.

Me resultó muy emocionante oír por primera vez el mantra en su voz, ese mantra y esa voz que tantas veces he escuchado en grabaciones de video... y me resultó super familiar seguir las instrucciones y el conteo, porque muchas veces antes hice mi parte de la serie con el video de Sharath que circula por Internet. Y no me sentí nada nerviosa, ni presionada y aunque seguí la primera serie completa como pude (todos la hacíamos, fuera cual fuera nuestro nivel o la postura en la que nos quedábamos) sentí que nada de eso era nuevo para mí, porque mis inicios fueron precisamente hacer la serie guiada por el video/audio de S. Jois.


Sharath, ese día y los demás, guiaba a los más despistados (izquierda... ¿ésa es la izquierda?) o ayudaba a alguno que necesitaba un ajuste. Mi hermano fue a uno de los que más ayudó en posturas en las que, por su falta de flexibilidad, tenia serias dificultades para alcanzar.  Cuando llegábamos al final, de nuevo el Mantra, esta vez de cierre, y un "hasta mañana", con el que se despedía a diario. Literalmente, salía corriendo de la sala hasta una pequeña cabaña cercana donde, un día lo vi, descansaba unos minutos entre turno y turno acompañado de Tarik Thami.

Desde el primer momento nos insistieron en que nada de fotos ni de Sharath ni durante la práctica y que eso lo tendríamos el último día después de la conferencia, así que lo poco que incluyo aquí en el que se le ve, son fotos oficiales que los organizadores han distribuido por las redes sociales..



Cuando terminábamos, apenas reposábamos un par de minutos en sukhasana/shavasana (de esto hablaré en otra entrada del blog) y salíamos rápido de la sala para dejar paso al turno siguiente. Y ya comenzaba nuestro día con el desayuno y las visitas o actividades que pensáramos hacer.

A partir del segundo día, Sharath incluyó una interesante variación, y es que, antes de Utplutih, realizamos un pranayama, en este caso, "anuloma viloma", que nos recomendó incorporar a nuestra práctica diaria, haciendo 10 respiraciones alternas... y así será de ahora en adelante para mí.

Shala del hotel Ananda Cottages en el workshop Sharath Jois en Bali.
La sala y la luz cambiante del día.

Uno de los mejores recuerdos que guardo es amanecer allí con el silencio de cientos de personas a mi alrededor, en aquella sala casi al aire libre, y escuchar por encima de mi respiración el sonido de la selva circundante, los pájaros tropicales cantando, la lluvia cuando la había..., y estar allí cuando el sol se iba filtrando entre las persianillas de juncos o bambú y también sentir la madera viva bajo los pies, al llegar y al salir. Y, cuando volvía alguna tarde a solas y con todo vacío, seguir sintiendo la especial presencia de un "algo" que no sé definir, pero que sólo puedo calificar como "calidez espiritual", una belleza emocionante...

Flores y pétalos a la venta, para los altares y ofrendas.
(continuará)

viernes, 2 de septiembre de 2016

Nine nights: poemas de Nueva York - III

La bolsa de Nueva York Vida sana y creativa
Fachada del edificio de la bolsa de Nueva York (foto: C. Peralto)

En 2007 un primer viaje a Nueva York de nueve noches me inspiró estos poemas y este libro: "Nine nights. Poemas de Nueva York".
El impacto de por fin viajar a esa ciudad mítica y reconocer casi cada rincón, queda reflejado en el libro. Seis años después del 11S, la ciudad seguía con todas sus heridas, pero trabajando en la recuperación. Esta es mi visión del Nueva York de aquellos días.

CANCIÓN DE LIBERTY STREET

      Tengo una bolsita de dólares rasgados
      en tiras exactas
                               y milimétricas.
      Las dan como recuerdo.
      Teníamos la cita a las nueve y media.
      Fuimos pasando por salas numismáticas,
      viendo la colección de todo el mundo.
      Éramos un grupo pequeño: japoneses y
      alguna pareja americana.
      La encargada de guiarnos sabía portugués
      y de vez en cuando, nos traducía algo
      rudimentariamente.
                                  No hacía falta.
      El oro es oro, la cámara acorazada,
      los lingotes apilados.
                                    Máxima seguridad.
      Bruce Willis defendiendo sus fondos
      en Die Hard with a Vengeance.
      Otro policía, éste de verdad,
      nos canta a modo de despedida
      desde la escalera de entrada
      la única canción que se sabe en español:
      Bésame mucho.
                            Y frente a él,
      sus compañeros, vigilan acorazados
      el vacío de la Zona Cero.



LÍNEA Q

        Por la tarde, subimos por la séptima
        hasta la 57. Broadway Express.
        La estación te empapa de sudor
        pero el andén está vacío.
        Nos sentamos en el único banco: de madera.
        Parece de la época del Far West
        aún se mantiene en pie.
        Pasa el N, el R, el W.
        Por fin llega nuestro Q.
        Hay sitio de sobra, no es hora punta.
        Van subiendo y bajando neoyorkinos
        de todos los colores de la tierra.
        Las mujeres de NY llevan perfecta la manicura.
        Salimos a la luz cruzando el East River
        dentro del puente de Manhattan.
        Abajo el agua y al lado el mítico puente
        de Brooklyn.
        Me da tiempo de aburrirme.
        Pasamos por los barrios obreros,
        por el patio trasero de la ciudad (todas
        las casas que veo tienen patio y jardín
        con vistas a la vía).
        Algunas me recuerdan los tejados de Amityville,
        Aquí vive el horror.
        Pero muchas calles se ven limpias, amplias,
        casas bonitas, coches aparcados en la puerta,
        clase media del barrio.
        Pasamos la zona rusa, Brighton Beach,
        y ya por fin vemos el mar.

Metro de Nueva York (foto: C. Peralto).

PASEO JUNTO AL ATLÁNTICO

          En Coney Island se prohibe el baño
          en las horas en que el socorrista
          está off duty.
          Las corrientes —te dicen—, las mareas,
          son muy fuertes allí.
          A mí me parece una playa estupenda,
          increíble en pleno Nueva York.
          La arena es más limpia,
          el paseo marítimo es más amplio,
          y el mar es más abierto a todos los horizontes.
          Los edificios me recuerdan los bloques
          de San Andrés o Parque del Sur,
          altos, concentrados y atiborrados de ventanas.
          Pero la línea del cielo no tiene fin
          y el aire te deja respirar.

A la izquierda: Puente de Verrazano desde la noria Wonder Wheel. A la derecha: playa de Coney Island.