Continuamos resumiendo los conceptos más importantes que refleja Rafael Santandreu en su libro "El arte de no amargarse la vida". En esta ocasión, me han ayudado a embellecer el texto las ilustraciones de Diana Toledano, gracias por dejarme emplearlas para este blog (podéis encontrar y conocer su trabajo aquí.)
Lo importante es disfrutar de la existencia, no de cuánto va a durar. Ilustración: Diana Toledano. |
Reflexión existencial
Cuando nos preocupamos demasiado de nuestra imagen, nuestra seguridad económica... —de cualquier cosa en realidad—, estamos apartándonos de la realidad, porque lo cierto es que la vida es finita. Todos vamos a morir, así que ¿a qué viene tanto alboroto por nimiedades?
Enfrentarse a la realidad de la inevitabilidad de la muerte es sano a nivel psicológico porque nos permite quitarle gravedad a todo. La muerte relativiza todo, como dicen. Pensar en la propia muerte es uno de los mejores caminos para madurar y tranquilizarse, para ganar fuerza emocional.
No hace mucho tiempo, la gente entendía, de forma implícita, que la muerte era el final natural y benéfico de todo y que ese fin está, en realidad, próximo para todos. Las personas convivían con la muerte, no la ocultaban, y eso les dotaba de una filosofía de la vida mucho más relajada.
En la actualidad hemos quitado la muerte de la ecuación de la existencia, pero nos convierte en personas demasiado preocupadas. La ficción de eternidad nos vuelve locos. El hecho de la muerte hace que no haya nada demasiado importante y esto es un alivio, nos permite vivir con ligereza, que es la única forma de afrontar esta vida. Si aceptamos el hecho de la mortalidad con naturalidad y apertura mental, veremos que se trata de algo positivo. Por lo tanto, abramos los brazos a la muerte. ¡Es el desestresante más poderoso que existe! Lo importante es disfrutar de la existencia, no de cuánto va a durar. La muerte es la hermana gemela de la vida...
Ilustración: Diana Toledano. |
Otras reflexiones y aplicaciones prácticas
Temor a la soledad.
El temor a la soledad es una idea absurda que abunda en nuestros días y que no tiene ni pies ni cabeza. Nadie está solo en nuestras ciudades, pueblos o incluso aldeas... Siempre hay gente a nuestro alrededor y, sin duda alguna, muchas personas desearían tener una maravillosa relación con nosotros.
Miedo al aburrimiento.
Es sorprendente la cantidad de gente que tiene miedo al aburrimiento. Secretamente, temen aburrirse y andan tapando esa posibilidad con actividades intrascendentes y poco gratificantes. El aburrimiento es una sensación de malestar muy ligero. Y, en muchas ocasiones, incluso puede ser placentero.
La indecisión.
A veces nos entra un miedo irracional a decidirse. Las personas con dificultades para decidir crean siempre, en su mente, dos alternativas peligrosas, y se ven atrapadas entre ellas. La solución para ellos pasa por darse cuenta de que ninguno de los dos fallos son terribles: pueden ser un poco malos, pero nada más. Aunque uno falle y elija la opción "peor" se puede ser feliz. Además, en la mayoría de los casos, una mala decisión no implica riesgos para la supervivencia física, así que no es algo grave.
Miedo al ridículo.
Otro miedo absurdo es el miedo al ridículo. No hay que dar demasiada importancia a la propia sensación de ridículo, es decir, entender que es normal la emoción de vergüenza y, por tanto, imposible de eliminar del todo. Además hay que darse cuenta que nuestra imagen social es poco importante. Si pensamos así, nunca tendremos demasiada sensación de ridículo porque, simplemente, nos importará muy poco lo que los demás opinen de nosotros. Uno se libera definitivamente del miedo al ridículo cuando basa su valía en su capacidad de amar y no en capacidades o logros. Todas las personas tienen valor por su innata capacidad de amar.
No necesito ser rico, elegante, inteligente, etc. para tener valor. Para mí, esta idea es básica en mi sistema filosófico por varias razones:
- Las personas que yo realmente aprecio son aquellas capaces de amar y no las que tienen una gran imagen.
- Es imposible no ser "menos" con frecuencia. No podemos encajar perfectamente en todos los sitios y en todo momento... y estaremos en inferioridad de condiciones. Pero ¿qué importa? Lo esencial es que somos personas maravillosas y estamos ahí para aprovechar cualquier ocasión de colaborar, amar y divertirnos.
Si no nos dejamos engañar por las apariencias y valoramos por encima de todo la capacidad de amar y hacer cosas gratificantes, la autoimagen deja de ser importante.
Considero que las personas más maduras y fuertes son aquellas que pueden visualizarse con hándicaps y ser felices. Pueden verse con limitaciones, pero con una gran capacidad de amar y de hacer cosas positivas por sí mismas y por los demás. Hay que liberarse de la necesidad de aprobación de los demás y sentirse tranquilo frente a cualquiera. Las personas maduras están por encima de la evaluación ajena. No les importa demasiado que los demás les critiquen tontamente y, entonces, paradójicamente, gozan de un mayor respeto de los demás.
Las relaciones
El secreto para tener los mejores amigos es el siguiente: pedirle a cada amigo sólo lo que pueda dar. Nunca lo que no pueda dar. En las relaciones humanas, hay que aceptar más al otro y componer lo que llamo "el collage de la amistad", es decir, plantearse las relaciones como un gran mural donde cada persona te aporta una cosa diferente. De esta forma, entre varias personas, uno por aquí, otro por allá, lograremos tener "los mejores amigos". Si lo pensamos bien, cada uno de nosotros tenemos unos puntos fuertes y otros débiles. ¡No existe la perfección! Y no podemos exigir a nuestros amigos que sean perfectos. Cada uno de nosotros escoge lo que desea aportar y no tenemos por qué esforzarnos demasiado sólo para complacer a alguien que exige demasiado. Como amigos, hermanos o hijos, habrá cosas que podamos ofrecer y otras que no.
La aceptación incondicional de los demás es la clave para mejorar las relaciones en general. También sé lo mucho que cuesta cambiar el chip cuando estamos acostumbrados a juzgar y castigar. El mundo de las relaciones es una fuente maravillosa de realización, tiene muchas satisfacciones que darnos, pero hay que hacer ese giro radical.
Una buena pareja es aquella que es capaz de ser feliz independientemente de lo que haga el otro. Si estamos sanos, si somos fuertes, todos podemos estar bien con la persona que tenemos al lado pese a sus defectos, porque no hay defecto tan grave como para hacernos realmente infelices.
Cuando las personas que tenemos al lado se pongan nerviosas, exageren, nos exijan cosas que no deseamos conceder..., lo fundamental será no entrar en su dinámica, no discutir en los mismos términos que ellos, pues, en ese momento, están desviados de la realidad. Intentar razonar con alguien que temporalmente no está en su sano juicio no es razonable. Lo que podemos hacer, a lo sumo, es intentar influirles positivamente sacándoles de su neura, distrayéndoles con tres herramientas: el humor, el amor y el surrealismo. Si lo hacemos bien, es posible que la persona vuelva a sus cabales.
En el mundo de la pareja, de la amistad, es mucho más efectivo renunciar al conflicto e intentar convencer al otro, que empeñarse en hacer justicia. Claro que tenemos que aprender a seducir, pero podemos empezar a practicar ya mismo. Cuando nos hayamos convertido en maestros de la seducción, nuestras relaciones mejorarán muchísimo. Por otro lado, esta estrategia implica renunciar realmente a lo que desearíamos si el otro al final no accede.
Renunciamos hoy, pero seguiremos pidiendo el cambio en las siguientes ocasiones. La estrategia de la seducción es una estrategia a medio plazo, que nos otorga mejores resultados en general, aunque perdamos algún deseo en el camino.