> Vida sana y creativa: Ramiro Calle: Historias espirituales de la India (II)

jueves, 19 de mayo de 2016

Ramiro Calle: Historias espirituales de la India (II)

Carmen Peralto ilustración collage y madhubani
La florista y la pescadora (Técnica mixta de C. Peralto)
Un grupo de pescadoras

Finalizada la faena, un grupo de pescadoras se puso en marcha para volver a sus casas. El camino era largo y al anochecer se desencadenó una violenta tormenta. Buscaron un lugar para refugiarse y lo hallaron en la casa de una florista. La dueña de la casa les cedió una habitación para pasar la noche. Era una habitación donde había una buena cantidad de canastos con las más variadas flores, a fin de ser vendidas al siguiente día. Olía, pues, a rosas, jazmines, nardos... Las pescadoras intentaron dormir, pero no pudieron. El olor de las flores les resultaba desagradable y les impedía conciliar el sueño. ¡Qué peste!, se quejaban. Y una de ellas concibió la idea de que pusiesen junto a su cara las canastas malolientes de pescado para así neutralizar el olor de las flores. Lo hicieron y pocos minutos después las mujeres dormían profundamente.

El hombre común es como esas pescadoras: por deformación, por identificación con lo adquirido y no con lo genuino, prefiere la impureza a lo más puro, lo contaminado a lo más prístino. Eso es ignorancia.


El hombre ecuánime

Si tienes dudas sobre lo que es la ecuanimidad, escucha la historia del hombre ecuánime. Era dueño de un caballo, pero cierto día se despertó por la mañana, fue al establo y comprobó que el caballo había desaparecido. Entonces vinieron los vecinos a condolerse y a decirle:
—Qué mala suerte has tenido! Para un caballo que tenías y se ha marchado.
Y el hombre dijo:
—Sí, sí, así es, así es.
Pasaron unos días y una mañana el buen hombre se encontró con que en la puerta de su casa no solamente estaba su caballo, sino que había traído otro. Vinieron los vecinos y Ie dijeron:
—¡Qué buena suerte la tuya! Ahora eres dueño de dos caballos.
El hombre repuso:
—Sí, sí, así es.
Al disponer de dos caballos, ahora el hombre podía salir a montar a caballo con su hijo. Pero un día, el hijo se cayó del caballo y se fracturó una pierna. Vinieron los vecinos y dijeron:
—Mala suerte, muy mala suerte. ¡Si no hubiera venido ese segundo caballo...!
El hombre dijo:
—Sí, sí, así es.
Pasó una semana y estalló la guerra. Todos los jóvenes fueron movilizados, menos el hijo herido al caer del caballo. Y vinieron de nuevo los vecinos a verle y le dijeron:
—¡Tú sí que tienes buena suerte! Tu hijo se ha librado de la guerra.
Y el hombre comentó:
—Sí, sí, así es.

La historia es un ejemplo de la ecuanimidad y también de cómo los propios hechos de la existencia (la rueda de la vida que gira y gira) habría que aprender a verlos desde la justa perspectiva.


Una insensata búsqueda

Una mujer estaba buscando algo en el suelo junto a un farol. Pasó por allí un hombre y se paró, curioso, a observar a la mujer, que afanosamente buscaba y buscaba. Intrigado, después de un rato, el hombre preguntó:
—Buena mujer, perdona que me inmiscuya en tus asuntos, pero ¿podrías decirme qué buscas?
Y la mujer repuso:
—Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como allí no hay luz he venido a buscarla junto a este farol.

Como esa mujer proceden muchos seres humanos. En lugar de buscar dentro de ellos mismos (donde mora el más verdadero gurú, el paraíso interior, la respuesta), buscan fuera de ellos lo que jamás podrán hallar fuera.