> Vida sana y creativa: "Cincuenta cuentos para meditar y regalar" de Ramiro Calle

miércoles, 5 de abril de 2017

"Cincuenta cuentos para meditar y regalar" de Ramiro Calle

 

En 2007, la editorial "Sirio", publica la recopilación de cuentos de Ramiro Calle: "Cincuenta cuentos para meditar y regalar". 

El libro es interesantísimo porque atesora un precioso conjunto de narraciones y unas más preciosas aún reflexiones. Son cuentos breves y enseñanzas atemporales, de las que voy a compartir algunas. Es un libro que no debe faltar en nuestra biblioteca.

En palabras del propio Ramiro Calle: "En este libro incluyo narraciones no recogidas en las otras obras, seguidas de una reflexión que desencadenará otras muchas en el lector, por lo que de alguna manera autor y lector se sentirán muy cerca indagando conjuntamente en el amplio universo de los significados más profundos y los sentidos más elevados. Todas estas narraciones son una invitación a que despertemos en nosotros lo que hay de más hermoso y constructivo, y nos ofrecen, con su peculiar característica, claves para el entendimiento intuitivo y no solamente intelectivo, y «pistas» para poder seguir sin desfallecer por la senda hacia la libertad interior, cuyo eco de infinitud palpita en todo ser humano con intenciones nobles."

Aquí os dejo algunas para que las disfutéis plenamente.

Ilustración: Molly Hahn, "Buddha Doodles".

Imperturbable

Se trataba de un hombre que había llegado a ser fabulosamente rico; cuando alcanzó la edad de cuarenta años decidió donarlo todo y quedarse sólo con lo suficiente para vivir tranquilamente el resto de su existencia. Ya no tenía interés por viajar, porque había comprobado que el viaje más fructífero era el que le conducía a su propio ser. 
Era por igual amable y cordial con todo el mundo, si bien a nadie se acercaba ni a nadie evitaba. Si le hablaban, contestaba; si nada le decían, guardaba silencio. Su vida era sencilla y simple, pero a la vez siempre diferente, porque no dejaba de aprender del aire, del agua, de las flores y de su propia presencia de ser. 
No se apresuraba, porque no había adonde ir, puesto que ya había llegado. Nada le agitaba, porque había superado los apegos. Gozaba de un excelente sentido del humor y nunca se perturbaba. La gente le veía ir y venir, a todos lados y a ninguna parte en concreto. De vez en cuando, compraba algunas confituras y se las ofrecía a los demás, porque le gustaba hacer regalos. 
Cierto día, un curioso se le acercó y le preguntó:
—Tú que has renunciado a tantas cosas, ¿en qué crees?
Sus labios esbozaron una divertida sonrisa y repuso con serenidad: 
—El sol sale, el sol se oculta. En eso creo. 
Estupefacto, el desconocido preguntó: —¿Sólo en eso? 
Y el hombre imperturbable repuso: —¿Y te parece poco?

Reflexión: El ser humano vive tanto en las expectativas inciertas de futuro que él mismo se convierte en el caudal de la incertidumbre, la ansiedad y la desdicha. Tan lejos miramos que no vemos lo que sucede a cada instante y nos perdemos la gloria del momento, sea la salida del sol, sea el anochecer, sea el trino de un pájaro o la brisa del aire. Memorias y expectativas condicionan la mente y no le dejan conectar con el instante presente. Así no se fluye con la vida, porque la mente está escapando al pasado o huyendo hacia el futuro. ¿Qué forma de vivir es ésa? Pero el que logra establecerse en la esencia de la mente y no se deja arrastrar por tendencias hacia el pasado ni hacia el futuro se conecta, sereno y desasido, con lo que a cada momento surge y se desvanece. 

Ilustración: Molly Hahn, "Buddha Doodles".

El borracho y la campana 

Salió de la taberna dando tumbos y de vuelta a casa tenía que pasar por las puertas de un cementerio, en donde se podía ver un cartel que decía: «Toque la campana para avisar al vigilante». Era de madrugada y el beodo se puso a tocar sin parar la campana, formando un gran escándalo. Al poco tiempo llegó el vigilante, malhumorado, y se dirigió al borracho para pedirle explicaciones: 
—¿Por qué demonios tiene que tocar la campana a esta hora de la noche? 
Y el hombre ebrio, muy indignado, replicó: 
—¿Y por qué tiene este cartel que obligarme a que toque la campana para avisar al vigilante?

Reflexión:
Una de las funciones más preciosas de la mente humana es el discernimiento. Discernir quiere decir desvelar, y el discernimiento bien ejercitado y claro es el que nos ayuda a ver las cosas como son, a desvelar su esencia y a proceder en consecuencia. Cuando la conciencia está embotada y el discernimiento tiende a distorsionar, la persona no ve las cosas como son y se halla incapacitada así para llevar a cabo la acción diestra. Para esclarecer la mente es necesario aprender a detenerla, calmarla y esclarecerla, y tal es la misión y objetivo de la meditación: detener, calmar y esclarecer. Del sosiego y la claridad mentales surge el discernimiento y brota la sabiduría. De ese modo la persona puede emprender la acción diestra, lo que no quiere decir que no pueda equivocarse, pero si lo hace, incluso de esa equivocación hace un aprendizaje y transforma el error en aliado. De la ofuscación mental sólo puede surgir ofuscación mental y por tanto se desencadena la acción inapropiada y guiada por la confusión y el desorden. En la senda hacia la completa evolución de la conciencia, es necesario trabajar sobre la mente para ordenarla, desarrollarla y purificarla. El desarrollo de la conciencia suscita sabiduría y de la sabiduría nace la compasión. 

Ilustración: Molly Hahn, "Buddha Doodles".

El hombre egoísta

Era un hombre que nunca había hecho nada por los demás, que siempre había sido muy egoísta y que sólo se había ocupado de sí mismo. Se hizo mayor, un día se sintió indispuesto y entonces se dirigió a Dios para rogarle:
—Señor, déjame tratar de cooperar con el mundo, ayudar a mi familia y cambiarme a mí mismo. 
Y Dios repuso: —Ya no hay tiempo para eso. Ojalá me lo hubieras pedido años antes.


Reflexión: La vida es corta. Transita sin cesar. Tempus fugit. Todo fluye. Se nos escapa la existencia sin darnos cuenta, salvo que estemos muy atentos y receptivos. Era Ramaprasad Sen el que decía: «Considera, alma mía, que no tienes nada que puedas llamar tuyo. Vano es tu errar sobre la Tierra. Dos o tres días y luego concluye esta vida terrena; sin embargo, todas las personas se jactan de ser dueñas aquí. La Muerte, dueña del tiempo, vendrá y destruirá tales señoríos». No hay tiempo que perder. Los sabios hindúes nos dicen que la vida dura menos que un guiño en el ojo del Divino. Hay que procurarle un sentido. Más allá de si tiene un sentido último, cada uno puede conferirle a la vida el sentido, el significado y el propósito que uno quiera. Los hay que hacen de su vida un erial, ¡qué terrible! Otros, por fortuna, un vergel para ellos mismos y los demás. Se nos han entregado unos instrumentos vitales (cuerpo, mente y energía), y van a acompañarnos un número limitado de años en este escenario vital. ¿Qué vamos a hacer con esos años? Podemos ser egoístas y posesivos o desprendidos y generosos; podemos ser hostiles o cooperantes, narcisistas o humildes, malevolentes o amorosos. Cada uno es el responsable de sus actos y las consecuencias habrán de seguirnos. Podemos llenar nuestra mente de estados aflictivos y nuestro corazón de emociones insanas, o, por el contrario, embellecer la mente, suscitar emociones beneficiosas y enviar nuestros pensamientos amorosos en todas las direcciones. ¿Qué vamos a hacer con nuestra vida? Somos seres en evolución de instante en instante, y si nos lo proponemos podemos mejorar y madurar, porque están a nuestra disposición las enseñanzas y métodos que los grandes maestros espirituales nos han legado. No lo dejes demasiado. Empezamos a cambiar y mejorarnos ahora o nunca, pues de otro modo incurrimos en la «enfermedad del mañana» y la vida se consume sin haber hecho nada por nuestro mejoramiento humano ni por los demás. 


Título: Cincuenta cuentos para meditar y regalar.
Autor: Ramiro Calle.
Editorial: Sirio.
ISBN: 978-84-7808-474-6
PVP: 11,35 €