> Vida sana y creativa: Málaga Legendaria: La Cueva de Menga, en el sitio de los Dólmenes de Antequera

miércoles, 19 de abril de 2017

Málaga Legendaria: La Cueva de Menga, en el sitio de los Dólmenes de Antequera

Menga: vista de la Peña de los Enamorados de Antequera. Vida sana y creativa.
Vista de la Peña de los Enamorados desde el sitio de los Dólmenes, en plena primavera.
Esta primavera, he aprovechado uno de los magníficos fines de semana, para re-visitar el Conjunto de los Dólmenes de Antequera, recientemente declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Actualmente, la visita es muy cómoda e interesante, pues cuenta con un centro de visitantes, con todo tipo de facilidades y datos sobre el complejo.

Encontramos muchísima información exhaustiva aquí. Pero por mi parte, prefiero aportar adicionalmente algo de la belleza de la literatura incluyendo algún fragmento de entre los varios libros publicados por Francisco Peralto, en sus obras "Málaga legendaria" y "Analecta malaginense histórica y legendaria"

Se trata del poema que abre esta entrada, de su libro "Sonata cósmica" de 1973 y de algunos fragmentos de: "Fervor de Menga" y "Descripción de la cueva de Menga", ambas publicaciones de 2008.



Sepulcro neolítico: 

       ¿Qué mágico influjo desprende Viera
                                  El Romeral
                                  Menga?
Titanes poderosos
Amos conscientes de poder incierto
Valle de los reyes de España
Rocas sidéreas partidas a trozos gigantescos
para efectuar sepulcros sin igual
a magnates y príncipes

Poema hipogenético en piedra viva
como el cercano Torcal labrado

¿Qué fuerza extraterrestre movió a estos hombres?
¿De qué planeta ignoto vinieron?

                El carro de fuego
descendió
                  Los cosmonautas están aquí.


Fervor de Menga


"La historia busca un sentido que dé valor y razón de ser a su marcha jadeante. Buscar su sentido es buscar una finalidad que trascienda a la misma historia, porque la historia no puede constituir su propia finalidad: el fin de la historia no puede ser la misma historia" [González Gil].

La dehesa se pierde en esmeraldas hacia el septentrión. Alturas de Archidona. Quedaron atrás los espejos de la Yedra y las mil fuentes de la sierra de las Cabras. Romeral abajo entre pinares, la Esfinge del Valle de Antequera alza sus abismos evocando leyendas desde el principio de los siglos. Después de olivos, el antiguo ingenio azucarero guarda el tesoro del dolmen del Romeral: valle sepulcral de los Reyes de Antequera. 

Ganado un kilómetro apenas sobre la Puerta de Granada, una alameda de cipreses nos lleva al centro del campo dolménico, donde la suntuosidad de la Cueva de Menga, cenit de los megalitos universales, tumba sacratísima y templo maravilloso, porque de mayor esplendor y grandeza no puede hallarse, aparece ante los viajeros bajo el dominio del astro de la vida, Shamash, el dios solar protector de Sargón i de Akad. Templo fascinante por su colosalismo ciclópeo, la gigantesca construcción se nos ofrece con un carácter de monstruosa solemnidad.

Heredero de misterios y ritos luctuosos. Crímenes horrendos de hace miles de años, cuando se constata la cultura del hombre pre-ibérico en el Cerro del Castillón, sitio donde Roma fundara Singilia Barba; Las Capacheras en Archidona; Los Castillejos en Campillos y Los Castillones en Teba. 

Entrada a la cueva de Menga, foto de Carmen Peralto. Texto de Francisco Peralto.
Entrada a Menga (foto: C. Peralto).
En orden mitológico, la Cueva de Menga debió construirse al inicio de la generación heroica, superando su titánica arquitectura, las sucesivas eras y humanidades. Su posible eclosión durante el Tiempo del Bronce (aunque para algunos su estructura se remonte al inicio de los tiempos gélidos), vendría propuesta ante la necesidad de los dioses de crear una raza que los reverenciara. Hombres en cuyas venas corriera sangre volcánica. Una raza de bronce: «La guerra es el oficio de esos hombres recién nacidos. Marte (Ares) es su dios predilecto. El placer de la lucha, su finalidad. No necesitan de ideales ni ambiciones para trenzar sus infinitas luchas./ Sus armas son de bronce. Y parecería que hasta el corazón de los insaciables guerreros está hecho de bronce.» 

Mas al cabo, cansados al fin de las tropelías guerreras, los inmortales «engendran a los héroes. Nace Hércules. Nace Aquiles. Nace Héctor. La sangre corre sobre la tierra en nombre de un ideal. Las guerras son violentas, pero con un fin. La vida es efímera, pero gloriosa. Y los dioses no llegan a cansarse de la generación heroica. Porque ella pasa rápidamente como un viento de tempestad, y en su senda deja epopeyas vibrantes que jamás se borrarán de la memoria de los hombres». 

Nuestra penúltima visita al monumento más genial de Malacitania, la Cueva de Menga, ha venido dictada por la necesidad de fotografiarlo (además de los sepulcros de Viera y El Romeral), con el propósito de ir completando nuestro archivo de memorias prehistóricas y otras antigüedades del que procede —por regla general—, todo el material gráfico que incluimos en Málaga legendaria. Crisol aglutinante, matriz genésica; de la idea arquitectónica de la Cueva de Menga, descienden los delirios ególatras formadores de nuestra pureza. 

Ganada la soledad interior del megalito (cien turistas esperan impacientes), gracias al generoso permiso expedido por la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía de Málaga, donde se nos autoriza a fotografiarlo, nos enfrentamos de nuevo con los sueños. Menga, argamasa propiciatoria de lo español, en ella (siempre), percibimos la cita con la luz, con el turbador silencio milenario que precipita y nace en el alma la altiva complacencia de nuestra vieja estirpe. ¿Cuántos seres alzarán sus cuerpos de entre el polvo de este suelo mancillado por milenios de barbarie, cuando llegue el día del Juicio Final? 

Con razón algunos espíritus sensibles, al acceder al interior de esta basílica, captan sombras ágiles o graves, quizá de ancianos o leves princesas. Fantasmas dilatados en el éter, esperando la consunción de los tiempos. Ante la solemnidad de esta iglesia, huelga la descripción de lo anecdótico y demás vulgaridades con las que el visitante soez, suele reaccionar ante el conocimiento y la belleza que no capta ni comprende, alardeando de lo mucho que ignora y tratando de imponer a voz en grito sus torpes ocurrencias, imitando ufano la osada onomatopeya de los jumentos. 

Aquí, en las páginas de este volumen, deseamos señalar a modo de devocionario, los portentos captados por el alma que gusta de los vuelos iniciáticos. Describir las emociones que han acelerado los latidos de nuestro gastado corazón, en mil combates pasionales por las tierras de Malacitania, cuando, abducidos por los misterios que propone la Cueva de Menga, quedamos postrados ante su inmanencia. 

En los alrededores del panteón, se conserva la intriga más profunda por la posible ubicación del palacio de los reyes de Antequera. Mientras se consuma el regreso de nuestra enésima visita a estas cuevas sepulcrales (olvidando las actuales miserias de los desafortunados proyectos didácticos que se ciernen sobre su entorno), creemos esperanzados que si Menga, Viera y el Romeral, sufriendo desde las edades remotas el más incisivo y trágico destino en manos de los bárbaros, pudo vencerlos y enterrarlos a todos en el anonimato del barro primigenio, continuará lográndolo después de otros tantos milenios, para presentarse siempre victoriosas y espléndidas a los visitantes de las edades futuras, eternizadas sus construcciones gracias a la belleza inquietante y suprema que las adornan.


Descripción de la Cueva de Menga


Ante la extrañeza que la Cueva de Menga debió suponer para los autores pretéritos, oprimidos por el corsé de la interpretación bíblica, muy pocos se ocuparon de mencionarla y mucho menos de describirla. 

Los que la nombraron, prefirieron dejarla al margen de sus preocupaciones eruditas, enterrándola en el Libro de los condenados, como cosa rayana en lo inhumano o, con más frecuencia (ante la imposibilidad de comprender su arquitectura y utilidad), silenciándola, con la zafia soberbia que suelen mostrar los sabios ante lo que ignoran. 
Menga, levantada cuando los reinos empezaron a reconocer los beneficios que se podían adquirir de los metales, cuestión que hizo decir equivocadamente a los historiadores señores Estrada y Morillo (en cita de don Cristóbal Medina Conde), que la Cueva de Menga y la de la Camorra «fueron ricos minerales de los romanos, admirables en su disposición y fábrica», fue citada anteriormente (1645), por el señor Méndez Silva, en su obra Población General de España. 

Su fúnebre arquitectura, no fue el producto de un capricho, sino el resultado de una cultura artística que se expresaba en términos masivos y sobrenaturales. Creemos que los megalitos de Antequera, debieron constituir el centro de un fosal tan gigantesco que su memoria cultural ha marcado a los sucesivos hombres que desde aquellos milenios, vinieron habitando el valle antequerano, saturando el ambiente de la zona, con tales efluvios tanatológicos que aún los impele a utilizar el camposanto frontero. 

Menga, cimentada sobre el Neolítico, en el tiempo en que el hombre descubre la dureza de las piedras volcánicas, como el basalto y las serpentinas, permitió que por esta llanura verde se expandiese la cultura dominadora de los ganados y de una agricultura cerealista, en coincidencia con la retirada de los hielos de la última glaciación. 

Este megalito universal se caracteriza por una facies donde la gigantesca piedra calcárea, habla un lenguaje de atlantes. Las colosales proporciones de los bloques empleados, producen en su sencilla desnudez, una impresión grandiosa de belleza lítica. Es como sentir el corazón oprimido por el puño de un cíclope. Alzado hace varios milenios, el dolmen de Menga, siguió la técnica empleada por los constructores de antas orientales. Sus elementos fueron elegidos con singular cuidado entre aquellos que denotaban en su aspecto exterior, las huellas donde la naturaleza conformó carácter de prodigio, forma y color, prescindiendo de las desconocidas virtudes internas de los paralelepípedos utilizados como ortostatos y cobijas. La estructura parietal de Menga, utiliza diez monolitos con la cara interior alisada para formar la galería, además de tres grandes columnas exentas que no soportan las cinco cobijas del techo, puesto que estas descansan sobre los muros. 

Este sepulcro de galería en evolución hacia los de corredor, se completa con la cámara ovalada, construida por siete ingentes bloques a cada lado de una grandiosa piedra central, formando lo que podría haber sido el altar mayor y lugar de la sepultura principal. 

Carmen Peralto en el Interior de Menga. Vida sana y creativa. Málaga legendaria.
En el interior de la colosal Menga.
El peso total de las rocas empleadas alcanza mil seiscientas toneladas. Siendo menores que la Cueva de Menga el interior de muchas iglesias prerrománicas catalanas. Sus medidas corresponden a un sentido estético de belleza propio de Occidente. En Menga podemos apreciar (pese al gigantismo), el germen de la teoría que entiende el arte en sí mismo. Y, a la vez, creemos que las dimensiones de los bloques empleados, se debieron tallar teniendo en cuenta que debían guardar armonía con las bases numéricas místicas del universo, cuyos teoremas (puede que milenios más tarde), pudieron ser los que se desarrollaron en la India, hasta el punto de que la colocación de estos bloques de Menga, exigió a su genial arquitecto, una técnica más depurada que el apilamiento estático de los de la pirámide de Gizeh. 

De forma que según nos dice el señor Rivière, «los datos que algunos podían calificar de imaginarios y fantásticos, han creado obras maestras arquitectónicas. De tal modo, un gnomon en forma de mandala, figura geométrica mística, servía de llave para las medidas arquitectónicas y al propio tiempo se utilizaba para las medidas de construcción. El módulo de arquitectura correspondía generalmente a la anchura exterior del muro de la cámara divina, por lo general de forma cuadrada, cifra que servía de base para la construcción total del templo. [...] Se consagraba cada pieza importante de los materiales utilizados y seguía la marcha de la construcción ritual precisa, realizándose una ceremonia en cada momento importante de la construcción. [Como debió ser en Menga], el templo, casa del dios, símbolo de las moradas divinas, era una obra a la vez material y mágica. Además los materiales se escogían según las concordancias de las piedras», o como en las mastabas egipcias, conteniendo una capilla y el correspondiente hipogeo. 

La Cueva de Menga nos transporta a la época de los titanes si pensamos que una de las cinco losas que forman el techo, pesa ciento ochenta toneladas, siendo capaz por sí sola de cubrir el corredor de acceso al enorme camarín votivo. La longitud total, según el profesor Obermaier, es de unos veinticinco metros; el diámetro de la cámara sobrepasa los seis y su altura llega a los tres. Clasificada dentro de la Cultura Andaluza de las Cuevas, junto con las del Romeral, Viera, Pastora, Coto y Matarrubilla, (dolmen que conserva en su cámara circular una pila rectangular de mármol, posible ara de ofrendas o lugar consignado a la putrefacción de los cadáveres), se adelantó un milenio al esplendor de Tartessos, aunque el profesor Gómez Moreno, califique a esta cultura dolménica de tartesia, según recogen las primitivas fuentes griegas. Los reyes antequeranos, cuya fastuosidad hubo de ser notable a tenor de los templos sepulcrales que se hicieron construir, debieron ejercer un férreo control militar y económico sobre sus súbditos. Lamentablemente aquellos controles o leyes, si alguna vez se escribieron en el primitivísimo e indescifrable idioma ibero, tal y como demuestran los signos inscritos en la murallas de Tarragona, se deshicieron en polvo eterno. 

La primera persona que investigó, acondicionó y describió la cueva de Menga, fue don Rafael Mitjana y Ardison, Arquitecto titular del Exmo. Ayuntamiento de Málaga, Individuo de la Comisión de Monumentos Artísticos e Históricos de su Provincia y de otras sociedades científicas, corriendo el año de 1847. Para ello hizo imprimir un opúsculo titulado: Memoria sobre el Templo Druida hallado en las cercanías de la Ciudad de Antequera, después de haberla leído públicamente en un acto académico celebrado el día 20 de noviembre del año citado, posiblemente en Madrid y en los salones de la Academia Nacional de San Fernando, a tenor de lo que podemos colegir del proemio impreso en el opúsculo que va dirigido, precisamente a esa Academia. 

La edición es una pequeña joya bibliográfica y fue impresa en Málaga por don José Martínez de Aguilar, en su establecimiento tipográfico de la calle del Marqués, números 10 y 12, también en 1847: «Excmo. Sr: Dedicando el tiempo que me dejan libre mis tareas, á la formación de un plano de la Provincia de Málaga, la he recorrido toda para determinar la dirección de sus ríos, arroyos y caminos, y la situación de sus montes y poblaciones, á fin de poder fijarlos con la exactitud debida. Al visitar sus pueblos he procurado también informarme de sus particularidades, asi en temperatura, como en aguas, minas, industria, riqueza, productos naturales, y monumentos; y uno de los mas notables que he visto entre estos últimos es el Templo Druida construido por los celtas [los arqueólogos han cifrado la pertenencia de Menga al Calcolítico Antiguo, fechando su construcción, junto al dolmen de Viera, entre los años 2500 al 2200 antes de Cristo], situado en Antequera, cuya descripción es el objeto de esta Memoria. Este templo, á quien daba el vulgo el nombre de Cueva de Mengal, estaba enteramente olvidado, y obstruido por el acumulamiento de tierras que casi lo llenaban; pero deseoso de devolver á las ciencias arqueológicas un monumento tan notable, no perdoné cuidados ni trabajo hasta conseguir se limpiase, poniéndole también unas puertas para custodiarlo de la gente mal intencionada./ Aun cuando las primeras veces que entré en él no me atreví á clasificarlo, procurando solo reconocerlo para hacer su descripción artística, no obstante, estudiando luego sobre él, y cotejándolo con los que de igual forma se han encontrado en otros paises, he creido poderlo clasificar con seguridad entre los templos druidas construidos por los celtas; estando también en la persuación de que es el monumento más antiguo que existe en España [Rafael Mitjana]». Los celtas, como los pelasgos en Grecia y en Italia, gozaron de gran predicamento para la ciencia del siglo xix. 

(...)

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
Francisco Peralto: Descripción de la cueva de Menga
ISBN: 978-84-92446-31-5     
Francisco Peralto: Menga, corazón de Malacitania
ISBN 13: 978-84-92446-32-2     
Francisco Peralto: Menga, precursora del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial    
ISBN: 978-84-92446-34-6     
Francisco Peralto: Signos de Menga
ISBN: 978-84-92446-33-9